El Teotihuacan Totonaca

La Grandiosidad Arqueológica.

El autor de “Las Antiguas Culturas de México”, el alemán Walter Krickberg, señaló: “Es difícil no recurrir a los superlativos al describir Teotihuacan: Casi se imponen”. No le faltaba razón: Sin lugar a dudas, el sitio arqueológico de Teotihuacan (patrimonio cultural de la humanidad) destaca muy significativamente en una país tapizado de valiosos tesoros arqueológicos. Teotihuacan incluye 3214 hectáreas de área arqueológica (mayor que la Roma Clásica, según los enterados), 600 pirámides de distintos tipos, y dos mi complejos habitaciones, sól para empezar.

Estando este sitio arqueológico relativamente cerca de la Ciudad de México, no es de extrañar que se ala zona más visitada del país; 1’600,000 personas al año. Tampoco sorprende que hay sido el proyecto de más antigüedad en lo que estudios se refiere. Los optimistas sitúan estos estudios como iniciados hace 320 años, en la Epoca Colonial. Los conservadores consideran esta antigüedad en sólo 130 años, y los exigentes les dan a estos estudios la cercanía del siglo. De todos modos ha sido un largo período de atención intelectual dedicada a esta singular joya arqueológica y, como consecuencia lógica, por Teotihuacan han pasado innumerables estudiosos nacionales y extranjeros, los cuales han representado a una gran gama de instituciones.

La destacada importancia de Teotihuacan bien la podemos medir en el momento actual: De los doce megaproyectos arqueológicos dados a conocer el 12 de octubre de 1992 por el Presidente de México, Carlos Salinas de Gortari,Teotihuacan se lleva el 33% del total de los fondos asignados a estos doce proyectos. Cuatro veces más que el promedio por proyecto individual.

Esta relevancia de Teotihuacan está fuera de toda duda, y para reforzarla diremos que se trata del único proyecto al que se le está dotando de un centro d estudios especializados: “El Centro de Estudios Teotihuacanos”, para formar especialistas: Con edificios para becarios, banco de información computarizada, bibliotecas, mapoteca, diaposteca, auditorio, etc. A lo anterior hay que añadir un museo de sitio, diseñado nada menos que por el famoso arquitecto mexicano Don Pedro Ramírez Vázquez, y también se dice que contará con un mirador elevado, con área para niños, con talleres, etc.

Orfandad etnológica e histórica.

En la Guía Oficial sobre Teotihuacan, que publica la máxima autoridad gubernamental en la materia, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el destacado profesional que es el Dr. Ignacio Bernal nos dice: “El sitio nos ha legado sus magníficas ruinas, pero no nos ha legado ni una palabra escrita. Lo poco que recogieron pueblos posteriores, son tan sólo leyendas: más bien aventuras de los dioses que historia de los hombres”. ..Hay que hacefr notar que no se conocen ni el nombre original de la ciudad, ni los nombres y significación real de sus principales construcciones.

Bien: “La primera gran ciudad del altiplano”….”El lugar arqueológico por excelencia”… “El modelo original de la ciudad civilizada de su tiempo”… encierra muchos enigmas que nos impiden saber, entre otras cosas, quienes fueron los geniales constructores de tan destacado sitio; el que por su concepción y construcción majestuosa se ha atribuido a gigantes, y estamos seguros que lo fueron, en el sentido espiritual de la palabra. Sin embargo, hsta hoy no sabemos quienes fueron. La “sociedad teotihuacana” está actualmente, en aquella región.. “de ignotas muchedumbres que los espacios infinitos pueblan”.

Como para salir del paso se nos dice que… “La Ciudad de Teotihuacan era una ciudad multiétnica y cosmopolita..” También se nos explica y aclara que Teotihuacan es el producto obvio del alto nivel de la Cultura Teotihuacana: Sólo que en México no existe (ni ha existido jamás, que sepamos) ni una etnia teotihuacana ni un idioma teotihuacano. Esto en un país en donde aún subsisten 56 etnias con sus respectivos lenguajes. ¿Desapareció todo rastro, precisamente del grupo (o grupos) dotados de tan sorprendente capacidad para dejar huellas indelebles? Porque Teotihuacan es eso: Una huella indeleble del alto grado de capacidad indígena para estructurar una civilización.

Que una gran ciudad sea cosmopolita es una verdad de Perogrullo; todas lo son. Pero el cosmopolita Nueva York, o el cosmopolita París, o cualquier ciudad cosmopolita tiene un idioma común, a pesar de las imperfecciones que muestren los recién llegados que apenas inician en su nuevo idioma. ´¿Cuál pudo haber sido el idioma común de los habitantes del Teotihuacan? ¿Desapareció como por encanto?

En el momento actual, julio de 1993, no sólo desconocemos totalmente quienes fueron los posibles constructores originales de Teotihuacan, sino que no parece haber el menor indicio de que esta búsqueda sea prioritaria, o que siquiera exista.

Sólo tenemos vagas sugerencias: El Director del Proyecto Teotihuacan, el famoso arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma (Arqueología Mexicana. Abril – Mayo de 1993) nos dice: “También hay indicios de la presencia de mayas y totonacos. De estos últimos son evidentes los yugos característicos de su extraordinaria cultura”. Hasta aquí están las cosas.

El cálculo de probabilidades.

Podemos seguir, indefinidamente, lamentándonos de la imposibilidad de conocer en forma directa y comprobable, la identidad de los constructores de Teotihuacan, pero también podríamos tratar de hacer un esfuerzo para conocer al menos quien, o quienes, de las etnias existentes en México, reúnen el mayor número de probabilidades de haber sido los creadores del Milagro Teotihuacano.

Acudiendo al cálculo de probabilidades (con evidencias encontradas a través de los años) este trabajo pretende hacer un intento por tratar de probar (sólo eso, pero no menos que eso) que LA ETNIA TOTONACA es la que tiene el mayor número de probabilidades de haber sido la creadora de ese emporio productivo, y polo sagrado de atracción que lo convirtieron… “en el santuario mesoamericano de mayor inspiración devota”.

Algunos antecedentes.

Tal vez el más antiguo y el más sólido testimonio de que los totonacas fueron los constructores originales de Teotihuacan parte de alguien muy autorizado: Fray Juan de Torquemada (Monarquía Indiana). Hay que resaltar que Torquemada no solamente buscaba sus propias fuentes informativs, sino que conoció y trató a historiadores de gran talla; como a Don Antonio Valeriano, el autor del “Nican Mopohua”, la “biblia” del guadalupanismo, y mismo que formó parte del equipo de colaboradores de Fray Bernardino de Sahagún en la redacción de su famosa “Historia General de las Cosas de la Nueva España”. También trató ampliamente, cuando vivió en Tlaxcala, al autor de “Historia de Tlaxcala”, Don Diego Muñoz Camargo. Y su gran satisfacción fue haber conocido, ya cargado de años y de experiencia, al sin par soldado-cronista, Bernal Díaz del Castillo.

Fray Juan de Torquemada, cuya obra máxima (Monarquía Indiana) ha sido calificada como “la crónica de las crónicas”; pasó los últimos años del siglo XVI como guardián del convento franciscano de Zacatlán; el antiguo Atenamitic totonaca, en la Sierra Norte de Puebla. Ahí aprendió la lengua totonaca, y no sólo se ufanaba de poder confesar en totonaco, sino que se empeñó en recoger información valiosa de ese grupo. Así se enteró, y lo consigna, de que los totonacas afirmaban que sus antepasados habían construido las pirámides de Teotihuacán. Tendrían qué pasar siglos antes de estar en posibilidades de poder intentar probarlo.

Con el avance de los trabajos arqueológicos empezaron a aparecer las huellas totonacas, y éstas también empezaron a hacer pensar a los antropólogos y a los etnólogos. Don Manuel Gamio “el padre de la natropología mexicana”, a pesar de su entusiasmo por los toltecas, empieza a aceptar que una greca policromada era totonaca. Después de él, muchos han encontrado las huellas artísticas de totonacas en Teotihuacan, pero muy pocos han asegurado, por derecho propio, que fueran los totonacas los constructores originales de Teotihuacan. Entre ellos están Wigberto Jiménez Moreno (El enigma de los Olmecas) y José Luis Melgarejo Vivanco (Los Totonacas y su Cultura). Desgraciadamente sus aseveraciones no parecen haber tenido mucho eco. Al parecer, más que vigor y objetividad, les ha faltado suficiente fundamentación: Misma que sólo el tiempo ha podido aportar.

Es evidente: Respecto a nuestras antiguas culturas indígenas, y siendo las huellas arqueológicas las principales o únicas que pueden ser visibles y reales, hay que esperar los avances de la arqueología, de la “dirty archeology” (arqueología sucia), antes de poder pasar a otros niveles.

Respecto a Teotihuacan, sin el trabajo gigantesco de Batres (aceptando sus deficiencias) y de los que lo han seguido (que seguramente tuvieron las suyas) no sólo no habríamos conocido las grecas, sino que ni siquiera podríamos hablar de cuantos niveles tiene una pirámide. Afortunadamente empezamos a entrar en la mayoría de edad y podemos intentar ya tareas tan necesarias como la de saber quienes fueron los constructores de Teotihuacan.

Walter Krickberg.

Otras etnias (nahuas, mayas, otomies, etc.) han tenido sus partidarios entusiastas y hasta comprometidos, no así la etnia totonaca, y esto des la Conquista. El haber alimentado y ayudado a los españoles, el haber planteado a Hernán Cortés la estrategia básica para derrotar a los aztecas (aliarse primero con los tlaxcaltecas) no les dió a los totonacas ninguna ventaja. Sufrieron como todos, el despojo, la esclavitud y la encomienda de los ingratos recién llegados. Así como la explotación y el menosprecio de sus descedientes. Pero, a pesar de la adversidad ahí están, y algunos extranjeros se han ocupado de ellos. Los indígenas pueden vivir sin los estudiosos, pero los antropólogos y los etnólogos no podrían vivir sin los indígenas.

El caso del alemán Walter Krickberg es intereresante: De 1918 a 1956 se ocupa un poco de los incas y un mucho de las etnias mexicanas, siendo su primer trabajo “Die Totonaken”. No es un trabajo de gran relevancia, empezaba, pero más tarde, y al integrar sus trabajos en la importante otra “Las antiguas Culturas Mexicanas”, nos compensa. Hace uso de su interesante “cronología inversa”, que significa que partiendo de la etapa de la Conquista, va remontándose después hasta los grupos más antiguos conocidos, teniendo muy presente (y haciendo uso de) la interrelación vertical y horizontal entre ellos. El esfuerzo es, sin dudas, muy valioso.

En lo que nos ocupa, más que buscar o preferir a los totonacas, lejos de eso, Krickberg se troieza con ellos a cada paso y, muchs veces, estoy seguro, sin ser consciente de ello. Relaciona a los totonacas con sus verdugos; popolocas, toltecas, chichimecas, aztecas y hasta españoles. No le queda sino asociarlos a sus vecinos, los olmecas y, por supuesto, con los teotihuacanos.

Señala que el lugar de orígen de los teotihuacanos era la Costa del Golfo (como los totonacas), que los teotihuacanos estaban estrechamente ligados a los olmecas (como los totonacas) y también descubre rastros totonacas en vasijas, relieves, arabescos, “yugos”, frescos, en el “Dios Gordo”, etc., encontrados en Teotihuacan.

Asegura que la gente del Golfo d braquicéfala y presenta achatamiento craneano, siendo la de mas pureza la totonaca. Sí; al igual que las calaveras descubiertas en Teotihuacan. Y recalca que esta peculiaridad (braquicefalia y achatamiento craneano) no se encuentra entre nahuas, otomíes o arcaicos.

Lo sorprende ver la similitud entre una cabeza olmeca excepcionalmente hermosa, de jade, que había pertenecido al Museo de Etnología de Berlín. Y la de otra idéntica, proveniente de las montañas del Norte del Estado de Puebla, zona totonaca.

Por otra parte, señala que los totonacas, la igual quelos habitantes de Teotihuacan, enterraban a sus muertos bajo los pisos de sus casas. Acepta que las construcciones y las esculturas del Golfo se entrelazan con las de Teotihuacan y destaca la ausencia total de símbolos bélicos y dioses de guerra en Teotihuacan, a diferencia de la importancia que tales dioses y símbolos militares tenían en el arte tolteca y azteca. En otras palabras; sin decirlo, destaca el pacifismo de los teotihuacanos, cualidad o condición idéntica a la de los totonacas.

No obstante, ante este cúmulo de identidades y de evidencias se muestra escéptico y prefiere dar el crédito a una etnia inexistente, la teotihuacana, y no a una etnia real, la totonaca. Al respecto escribe “La influencia parece haber sido ejercida por los teotihuacanos sobre los totonacas”, e insiste al hablar de las similitudes…”Claro, esto no prueba que los fundadores de teotihuacan hayan sido los totonacas”.

¿Qué hay o puede haber, atrás de este escepticismo? Podríamos especular un poco; Angel Palerm en “Huastecos, totonacos y sus vecinos” señala: “El término totonaco para nuestro grupo estaba bien establecido en el siglo XVI. Su etimología es obscura, Sahagún dice que indica en nahuatl poca capacidad o habilidad”. Hay que hacer notar que una de las fuentes originales principales para Krickberg parece ser precisamente Sahagún, al que cita con frecuencia, así que no tenemos que referirnos al romanticismo alemán (ni al nacionalismo) de alguien que vivió dos guerras mundiales.

Pero por supuesto, no sólo para Krickberg, sino que a muchos mexicanos les costaría trabajo aceptar que los “nacos” (la palabra más despectiva que se da a un indígena, a un lerdo) pueden ser los responsables de la grandiosidad teotihuacana. Les sería tan absurdo, como fue en su tiempo considerar que la tierra era redonda y… ¡fue redonda!

Alain Ichon.

Cualquier pretensión de adjudicar la paternidad de Teotihuacan a un grupo determinado tiene que pasar pro una exigente prueba de fuego: Su sistema teológico debe insertare en la realidad arqueológica teotihuacana con absoluta precisión. Algo que hoy no sucede: Una espléndida gran calzada que culmina en un sitio dedicado a un personaje secundario; la luna. Y una pirámide a “Quetzalcoatl”, siglos antes de que este personaje apareciera (?). Lo anterior son sólo dos botones de muestra.

Desafortunadamente para Krickberg, Alain Ichon llegó a México una década después de que el maestro alemán había terminado el trabajo en que señaló esto: “Los dioses principales de los totonacas del sur formaban en tiempos de la Conquista, una trinidad constituida por el dios del sol, una diosa de los cielos y del maíz y el hijo de ambos, un salvador o “héroe cultural”. Este informe de los monjes españoles despierta la sospecha de que quisieron dar un significado cristiano a un mundo dominado por dioses bien distintos”. Aquí si que se equivocó el distinguido maestro alemán. Esa trinidad era: La Gran Diosa de los cielos (Natsi’ni). La madre de todo lo creado, incluyendo al Sol. El Sol (Chichini) y el Señor del Maíz (Sha Chisku kiliwatkan). Esta trinidad sí estaba formada así, por lo que no sólo eran las figuras religiosas principales para los totonacas del sur del Siglo XVI, sino que aún siguen siendo para muchos totonacas del norte en el Siglo XX, aunque tengan que esconderlas bajo santos cristianos, según lo comprobó Alain Ichon.

Bien es cierto que es una tarea muy difícil tratar de conocer la realidad religiosa de una etnia que fue sojuzgada, por siglos, por toltecas, chichimecas, aztecas, españoles y mestizos y en donde cada cual quiso imponer su propio credo religioso, sus costumbres y hasta sus caprichos. Sin embargo, no parece estar en la región de lo imposible analizar sus propios principios religiosos. Las noticias más antiguas que tenemos sobre la religión de los totonacas parten de las informaciones obtenidas por un joven español, Francisco Ortega, que en 1519 Hernán Cortés dejó en Cempoala. Krickberg seguramente se refiere a esto cuando habla de los “dioses principales”.

El padre Las Casas recogió la información de ese jóven en su “Apologética Historia” y podemos decir que aunque, obviamente, no se tiene la precisión de los escritos surgidos de un concilio, en donde cada coma queda inalterable, sí es sorprendente lo que (a pesar de los matices locales y del aislamiento) aún permanece vigente a través de siglos de enfrentamiento inerme ante grupos prepotentes, siempre bien dispuestos a apoderarse de las riquezas, o de las conciencias.

¿Quién es Alain Ichon? Un ciudadano francés, que de 1963 a 1966 estando al frente de un grupo de la Misión Arqueológica y Etnológica Francesa, se dedicó a estudiar la religión de los totonacas de la Sierra, teniendo el buen sentido de haber escogido una región lo menos contaminada posible de influencias exteriores. Nos sorprende la identidad encontrada a pesar de la gran distancia establecida por el largo tiempo transcurrido.

Al fin alguien se ocupaba con dedicación a una faceta importante de la cultura y de la vida totonaca. Alain Ichon no habla una sola palabra de Teotihuacan y no establece la mínima relación con nada que no sea el objeto de su estudio. Mismo que nos da a conocer en un interesante libro: “La Religión de los Totonacas de la Sierra”. Sus hallazgos, como veremos, son decisivos.

Un asunto de números.

Estamos en el terreno religioso, y es conocido el hecho de que los indígenas, cuando se trataba de cuestiones religiosas, usaban siempre los números en forma simbólica.

Para ilustrar mejor lo anterior nos referimos a la significación del SIETE entre los aztecas, los mejor conocidos y más estudiados: Las siete cuevas de Chicomostoc, los siete conos de Chicontepec, las siete tribus nahuatlacas, etc., nos llevan a un número de gran significación esotérica, el CHICOMECOATL (siete – serpiente). Don Alfonso Caso habló sobre esto y explica por qué el SIETE era de buen augurio. Robelo, en su “Diccionario de Mitología Nahuatl” también lo hace. Los números del calendario que llevaban el siete eran importantes y el siete no solamente se asociaba con la serpiente sino con el maíz, el águila, la calabaza, etc.

Para J. Soustelle la relevancia de siete estribaba en que era el número situado a la mitad del trece; la serie numérica fundamental de los aztecas. Por este hecho, el siete representaba el corazón del hombre (yolotl) y el corazón de la mazorca (olotl). Por otra parte, para los aztecas el número CINCO era fatídico pues simbolizaba lo que pasa del cuatro (muy respetado por ellos) y significaba lo inútil, lo sobrante, el exceso nocivo. Y de la misma manera que el SIETE era el número más importante para los aztecas, como sabemos, el NUEVE lo era para los toltecas y el TRES lo era para los mayas.

Ahora bien, si empezamos por buscar números evidentes en Teotihuacan, tal vez los podamos asociar a la etnia, o etnias, para las que esos números tenían, o tienen, una significación importante o fundamental. Empecemos:

El número CINCO destaca en Teotihuacan sin lugar a dudas: La Pirámide del Sol tiene CINCO niveles, y la pirámide llamada de La Luna tiene un juego de cuatro y cinco niveles (los explicaremos a su tiempo) y frente a sí, esta pirámide tiene un gran cuerpo adosado de CINCO niveles.

Por otra parte, si consideramos proporciones, nos encontraremos en forma destacada con el CINCO. La llamada Calzada de los Muertos, desde la Ciudadela a la “Pirámide de la Luna”, tiene una longitud de 2000 metros, en tanto que cada uno de los lados de la plaza de la Ciudadela mide 400 metros: Exactamente una relación de uno a CINCO. Por otra parte, siguiendo también la Calzada de los Muertos, la distancia de la perpendicular del centro de la Pirámide del Sol, al centro de la Pirámide llamada de la Luna mide, exactamente, CINCO veces la distancia de cada uno de los lados de la Plaza de la Luna.

Los expertos nos han dicho que si bien Teotihuacan ha sufrido cambios a través de los siglos, la estructura fundamental no ha cambiado y aquí nos estamos refiriendo, unicamente, a estructuras fundamentales. No es la intención agotar el tema sino señalar aquí algo categórico e irrefutable: El número CINCO es el más importante en Teotihuacan, y a su tiempo explicaremos algo de los números que le siguen en importancia, el CUATRO, y el SIETE.

EL CINCO totonaca.

Coincidentemente, para los antiguos totonacas el CINCO era el número de más alta significación simbólica, y algo que el que esto escribe fue descubriendo como producto de una incesante búsqueda.

A la cabeza de esta significación simbólica está el CINCO de la quinta dirección: Para los totonacas existían cuatro direcciones horizontales fundamentales: Norte, Sur, Oriente y Poniente. La dirección norte-sur era la dirección de los hombres y la dirección de los males, era de donde venía el terriblemente destructivo viento negro. Por el contrario, la dirección oriente-poniente era la dirección de los astros y de los beneficios celestiales; el mayor de ellos, el calor y la luz del Sol que daba su “sangre flor” para alimentarlos. En el cruce de las direcciones horizontales había una dirección vertical, la QUINTA DIRECCION, que apuntaba al cielo, en donde mora la Gran Diosa Totonaca de los cielos NATSI’TNI, la madre del Sol, un astro, la madre del Señor del Maíz, un ser humano, la madre de todo lo creado y madre muy querida de todo totonaca que llega a este mundo. Ahí no existe tal cosa como un hijo “ilegítimo”: Ella cuida de cada embrión en formación con infinita ternura, y cuando el momento llega, cada totonaquito recibe una cariñosa nalgada de despedida, cuando Natsi’tni lo envía al mundo a luchar.

Por otra parte, para los antiguos totonacas, el CINCO también tenía otra significación fundamental: Es el número asociado a su tercera figura religiosa más importante, el Señor del Maíz. Este número era el CINCO-SERPIENTE (Kitsis-Luwa). A este personaje se le atribuye la domesticación del maíz y su número simbólico se relaciona con las CINCO variedades originales del maíz, el blanco, el amarillo, el rojo y el negro para las tortillas, así como el color hueso, o marfil, para los tamales. Hay que remarcar que El Sol, y el Señor del Maíz, siempre se consideraban juntos, y que el CINCO era el número de los dos, como lo vemos en la imponente Pirámide del Sol.

En cuanto a la serpiente ligada al CINCO, nada tiene que ver con “Quetzalcoatl”, sino con la serpiente que cuidaba los maizales (Kushi-Luwa), y sin la cual los roedores se habrían enseñoreado de los maizales. Al parecer, esto determinó que cuando los totonacas se empezaron a “infiltrar” entre los olmecas se les llamara “añoradores de serpientes”, porque las protegían celosos y agradecidos.

Esta importancia del CINCO, entre los totonacas, tenía muchas implicaciones y derivaciones.

Antes de la intromisión nahua en sus vidas, su semana era de CINCO días, y su año empezaba el día “Kitsis-Shanat” (Cinco-Flor). En el aspecto religioso, su Sumo Sacerdote tenía CINCO ayudantes (lo constataron los conquistadores) y los ídolos familiares deberían pasar CINCO días al año en el templo para renovar sus milagrosas fuerzas. Muchos rituales habían intervenir el CINCO en las ceremonias, aún caseras, en donde aún hoy son importantes las cuatro esquinas de la mesa en cuyo centro está la ofrenda y que juntos suman CINCO.

Al sembrar el maíz, aún hoy, se depositan CINCO semillas en cada hoyito del espeque, la vara sembradora. También podemos decir que en la Ceremonia de los Voladores (que en otros grupos indígenas pueden ser de 2 a 8 participantes) en el Volador totonaca los actores son CINCO, y es precisamente aquí en donde está más gráficamente simbolizada la QUINTA DIRECCION, con toda su significación de elevación y disciplina humana.

Según lo atestiguó Bernal Díaz del Castillo, eran CINCO los totonacas que espontáneamente fueron al encuentro de los españoles, en 1519, para invitar a Hernán Cortés y a los suyos a visitar su ciudad; Cempoala.

En las esculturas en donde se representa al Sol, en la figura de un viejito (CHICHINI) este tiene siempre CINCO plumas en la cabeza, ya que, como se ha dicho, El Sol, y el Señor del Maíz, (SHA CHISKU KILIWATKAN) siempre se representaban juntos.

Aún en las cosas sencillas encontramos la presencia del CINCO: Los fabricantes totonacas totonacas de comales clavan CINCO espinas en el barro amasado y en reposo, para que los comales no se agrieten. Los antiguos cazadores totonacas, para no caer en las barrancas, se llevaban CINCO ramitas de cempoaxochitl.

En el Tajín veracruzano, sitio arqueológico inequívocamente totonaca, abundan las pirámides de CINCO NIVELES, y la conocidísima Pirámide de los Nichos remata en CINCO nichos por lado, y en su escalera hay CINCO juegos de tres nichos cada uno.

En la pirámide totonaca de Yohualichan, en Cuetzalan, Pue., también encontramos CINCO niveles. En Cempoala hay CINCO filas de calaveras, etc.

El CUATRO totonaca.

En Teotihuacan abundan las pequeñas pirámides o construcciones de CUATRO niveles y, de la misma manera, el CUATRO totonaca tiene una jerarquía menor: Incluye a los humanos; las cuatro proezas humanas (cinco sólo para los dioses), las CUATRO direcciones ya mencionadas, los CUATRO sostenes del mundo, los CUATRO grandes truenos, las CUATRO estrellas protectoras de los hombres, los CUATRO ídolos de las casas de los nobles, los CUATRO rincones de un campo, etc.

El SIETE totonaca.

El SIETE, según lo asienta Alain Ichon, es para los totonacas el número de los muertos, y la región de los muertos es el poniente, en donde el Sol muere cada día y donde al morir, en el crepúsculo, nos muestra su “sangre-flor” . Fueron muchas las diferencias y las discrepancias entre aztecas y totonacas, pero era esta era irreconciliable: Para los totonacas el Sol muere cada día dándonos su sangre. El sol muere (se está desintegrando) para que nosotros podamos vivir. Para los aztecas, también lo sabemos, los hombres debían morir para que el Sol pudiese vivir.

Continuando con el SIETE diremos que entre la pirámide llamada de “Quetzalcoatl” en Teotihuacan, y la llamada de “los nichos” en Tajín, hay coincidencias muy interesantes: Las dos están orientadas al poniente; la región totonaca de los muertos. Las dos son las más profusamente decoradas (aunque las decoraciones respectivas sean muy distintas) y las dos son las únicas con SIETE niveles; entre tantos cuatros y cincos.

Lo anterior nos hace considerara que desde tiempo inmemorial, el “día de los muertos” sigue siendo, para los totonacas, el más importante del año, y es de enorme significación que el SIETE totonaca, dedicado a los muertos, esté presente en Teotihuacan en el lugar más adecuado: Lo que confirman los enterramientos encontrados en la pirámide de “Quetzalcoatl” con sus SIETE niveles.

Bien: Ahora que hemos terminado de analizar números… ¿Para cuáles etnias mexicanas tienen significado fundamental el CINCO, el CUATRO y el SIETE como encontramos en Teotihuacan y entre los totonacas? ¿No estaremos pisando ya los umbrales del TEOTIHUACAN TOTONACA., con el apoyo del cálculo de probabilidades? ¡ Un aplauso para los arqueólogos, y para los estudiosos de la religión totonaca!

Una civilización del maíz.

Es elemental considerar que sin una eficientísima producción de alimentos, la civilización teotihuacana no hubiese existido. Tal vez el decaimiento de esta eficiencia fue uno de los factores que determinaron su fin.

El gran esfuerzo que representó construir esa gran urbe es obvio, cuando solamente la Pirámide del Sol tiene un volumen de un millón de metros cúbicos. Sostener a los administradores, a los clérigos, a los artesanos especialistas (como los talladores de obsidiana) a los comerciantes, etc. Todo eso requirió de un enorme esfuerzo agrícola. ¿Qué posibilidades tienen aquí los totonacas como agricultores sobresalientes? Yo creo que, en este terreno, os totonacas tienen las mayores posibilidades del mundo. Para empezar difícilmente hay grupo más consciente del valor civilizador del maíz. Como ya se ha dicho, la tercera figura religiosa más importante para los totonacas es El Señor del Maíz, (Sha Chisku kiliwatkan) literalmente: “El Señor de nuestra comida”. Cuya traducción al nahuatl es Tonacatecutli (dador de alimentos). Sí, Tonacatecutli, el mismo nombre que los nahuas daban a la Pirámide del Sol, según le informaron en 1580 a Francisco de Castañeda,Corregidor del partido de Tecciztlán cuando preguntó por esto. (Los Totonacas y su cultura. José Luis Melgarejo Vivanco)

Pero no solamente era un asunto de solemnidad religiosa; la habilidad de los totonacas para producir maíz la prueban sus dos cosechas al año en la Sierra Norte de Puebla, y hasta tres, según algunos. El trasplante del maíz y el uso de riego (existente en Teotihuacan según los estudiosos) lo constataron los conquistadores en Cempoala.

Por algo para los aztecas, en tiempos de pérdidas de cosechas y de hambre, la solución fue siempre acudir (por las buenas o por las malas) a la producción maicera totonaca, y los cronistas hablan de eso.

Esa excelencia productiva bien puede tener raices mucho más profundas: Si a los Mayas (como el Popol-Vuh enseña) el maíz les llegó de fuera; de Paxil y Cayalá, las posibilidades son, según algunos, que Paxil y Cayalá se pudiesen situar (por la descripción que se hace de ellos) en la zona totonaca de Misantla. Los totonacas bien pudieron haber sido domesticadores originales del maíz. No hay que subestimar que la modestia y la grandeza combinan bien. Teotihuacan está a punto de probarlo.

La importancia que el maíz tenía para los teotihuacanos-totonacas es más que evidente en la Pirámide de “Quetzalcoatl”: Esas cabezas de serpientes no tienen plumas. Emergen entre hojas de maíz y todo parece indicar que se trata de “Kushi-luwa”, la serpiente del maíz, la consentida de los “adoradores de serpientes”.

Y en cuanto al “Tlaloc” que las acompaña, vemos otra ingenua fantasía. Sin exprimir la imaginación, esa figura evidentemente simbólica, parece estar hecha de “granos de maíz” y con los ojos de la mente bien visibles. Sólo que para explicar esto (lo haremos en un futuro) teníamos que salirnos del tema y hablar de las dos almas de los totonacas que Alain Ichon señala. Ahora bien, en la Pirámide de “Quetzalcoatl”…¿sepultaban a sus genios agrícolas que bien pudieron ser, a la vez, por qué no; relevantes figuras religiosas?

Finalmente: La gran calidad de los agricultores totonacas, y su habilidad para producir no solamente maíz, sino muchos otros cultivos (y hacerlo con herramientas mínimas; azadón y machete) no es un asunto del pasado remoto; cualquier puede constatar ahora mismo. El conocido investigador, Don Efraín Hernández Xolocotzi, se inclinó reverente ante la capacidad de los agricultores indígenas de la Sierra Norte de Puebla.

La supervivencia de una cultura.

El genial artista del Renacimiento, Miguel Ángel, señaló esto de gran importancia: “Los pequeños detalles hacen la perfección, y la perfección no es un pequeño detalle”.

Aquí solamente estamos bocetando, a grandes rasgos, los trazos iniciales, y habrá que considerar muchos pequeños detalles para que nadie dude de la participación totonaca en el sueño conceptual, y en la realización genial, del Milagro Teotihuacano. La presencia totonaca en Teotihuacan estuvo vigente, posiblemente, hasta entre las llamadas segunda y tercera fase; Siglo IV de nuestra era, en que se detecta su dispersión y su llegada a las Sierras de Hidalgo y Puebla primero, y hasta la costa del Golfo después. Don José García Payón (Descripción del Pueblo de Gueytlalpan) nos ilustra sobre eso.

Había que recrear esa (sin duda dolorosa) odisea totonaca. Salieron del Golfo con el sueño ilusionado y entusiasta de muchos idealistas: Buscar su tierra prometida. La encontraron, quisieron compartir sus sueños con otros, ya esa tierra la enaltecieron y la modelaron con dedicación apasionada (sólo eso puede ser explicación de su grandeza) y, finalmente, fueron despojados de ella.

Regresaron sí, y algunos hasta el Golfo nuevamente, pero no regresaron solos sino acompañados de quienes se fundieron con ellos en el crisol teotihuacano. Entre los que seguramente se contaban los olmecas y los arcaicos, que no se evaporaron, y cuyos razgos aún podemos verlos en algunas partes de la Sierra de Puebla. Sus matices dialectales o lingüisticos confirman su cosmopolitismo de orígen teotihuacano, y confirman también que las raíces más profundas de México están vivas.

El tener que abandonar Teotihuacan (como los grandes males) no llegó solo para los totonacs. Con posterioridad tuvieron que abandonar Tajín, Atenamitic (Zacatlán), Matlatlán, Chila, etc. Inclusive, ya con los españoles aquí, abandonaron Cempoala. Que fácil se menciona esto, pero que torrente de frustración y de dolor debe haber significado.

La civilización se veía atada de manos ante el avance de la ley de la selva; esa “moderna corriente de avanzada” sólo podía ver con despectiva conmiseración al “tonto” o al “naco” que no se sumaba a las filas de los “inteligentes” sin escrúpulos.

Los totonacas, aparte de su pacifismo, austeridad, cortesía, capacidad de trabajo, etc., tienen una mezcla de dignidad y amor a la libertad que los ha obligado a acudir a la última opción que la libertad ofrece: Sufrir lo que sea, para poder seguir siendo lo que son; hay que evaluar también lo que no son y nunca han sido: parásitos o verdugos de otros. Estos son algunos valores de su cultura íntimamente ligados a su supervivencia. ¿Adónde están, como grupo, sus verdugos toltecas, chichimecas o aztecas?

El Teotihuacan que edificaron debe encerrar valiosísimas lecciones de como, sin esclavizar a los demás, o sin doblegarse ante los demás, se puede crear una civilización.

El cambio constitucional mexicano (Artículo Cuarto) que reconoce nuestra realidad pluricultural, debe ser usado como una herramienta útil, no sólo para estimular el avance de nuestros grupos autóctonos, sino para enriquecer a este país con todo el variado legado cultural y espiritual del “México Profundo”. Tenemos que acelerar el paso.

Su formidable base religiosa.

En Teotihuacan nada indica que esa majestuosa urbe haya sido edificada, como otras, azotando las espaldas desnudas de famélicos esclavos. Krickberg lo intuye y su intuición la comparto: “Es posible que los habitantes de Teotihuacan ni siquiera consideraban esa servidumbre (construir su gran ciudad) como impuesta por la fuerza, a la cual debían someterse de mala gana, pues los edificios de sus amos no se destinaban a sangrientos sacrificios, sino a la veneración de las fuerzas de la naturaleza, de la que dependia su existencia misma”.

No hay la menor duda de que en la construcción de Teotihuacan debe haber existido una especial dimensión ética, estrechamente ligada a su pensamiento religioso. ¿Cuál pudo haber sido esa base religiosa?

He señalado con anterioridad que cualquier pretensión de adjudicar la paternidad de Teotihuacan tiene que pasar por una exigente prueba de fuego: Su sistema teológico o religioso se debe insertar en la realidad arqueológica teotihuacana con absoluta precisión. Lo primero que podemos decir es que el actual sistema, siguiendo la línea tolteca: Sol, Luna, Venus (Quetzalcoatl) aplicado a las primeras construcciones, no funciona. Hay que buscar otro, sabiendo que la más grande de las interrogantes está (sin duda) en la llamada “Pirámide de la Luna”.

La asociación de un valor masculino a la austera y señorial Pirámide del Sol, y de un valor femenino a la exquisita “Pirámide de la Luna”, lo puede aceptar hasta un ciego. Pero, por eso mismo, el sistema tolteca no funciona: En Teotihuacan el Sol está en segundo plano.

La gran “Calzada de los muertos” culmina en la hermosa plaza de la pirámide más bella y más pequeña. El más elemental sentido común nos dice que todo el peso de la importancia religiosa, y su consideración obligada como centro de veneración devota, está en esa pirámide más pequeña, y esta contradicción sólo la podemos resolver si aceptamos que esa pirámide no estaba dedicada a la luna, sino a La Gran Diosa Totonaca de los Cielos: NATSI’TNI. Esa estructura con un juego de cuatro y cinco niveles se explica, siendo a la vez madre de los hombres (4) y de los dioses (5). Es la madre de todo lo creado. Esto si resiste cualquier “prueba de fuego”. Ahora bien: ¿Quién era, o es, Natsi’tni?

Alain Ichon señala: “Natsi’tni cuya función de la vida es escencial, ya que es considerada como la madre del Sol… la tarea esencial de Natsi’tni es crear el embrión del niño.” Y Alain Ichon también nos aclara: “El personaje de Natsi’tni es el más humano, el más conmovedor de los dioses totonacas, madre del oriente (donde nace el Sol), se le representa cubriendo a los niños con su rebozo, acunándolos, haciéndolos jugar hasta que encarnan”. Más tarde enfatiza: “Natsi’tni, llena de dulzura y benevolencia, rasos tan alejados de la habitual crueldad inhumana de los dioses aztecas”…. Después, amplía: “La Gran Diosa Madre no podía ser encarnada sino por la más popular de los santos mexicanos: la virgen de Guadalupe.”

Muy bien; ahora sí podemos situarnos convenientemente: La llamada “Calzada de los Muertos” conducía a los antiguos totonaca-teotihuacanos, congregados en la “Plaza de la Ciudadela”, a su centro religioso más importante. Al de más consuelo, fé, renovación e inspiración devota del país: La Basílica de Guadalupe.

Han pasado muchos siglos, y muchos hechos, que no parecen tener conexión alguna. Pero éste último que estamos considerando nos muestra que, desde antes de la era cristina en que se gestó Teotihuacan hasta nuestros días, en esta bendita tierra nuestra, late una dimensión femenina de un Dios Creador que no sólo genera peregrinaciones, sino crea civilizaciones y abandera revoluciones, porque une a los hombres en algo más que muchedumbres.

Julio de 1993
Comentarios

Quiero hacer algunas observaciones a este interesante artículo:

1. en nuestro marco cultural hay diferencia entre signo y símbolo y generalmente se amalgaman para derogar todo tipo de duda, como cuando leemos la explicación a algún dibujo. sin embargo, en los frescos y pinturas precolombinas, la escritura (símbolo) era altamente significativa por lo q no hay diferencia entrambos. la palabra «quetzalcoatl», efectivamente, es relativamente reciente, pero la idea deífica q representaba este símbolo-signo es antiquísima. en sus tiempos y en su localidad, casi cada cultura indígena tenía su quetzalcoatl, obviamente, con otro nombre.

2. la semana de cinco estaba generalizada en todo lo horriblemente llamado mesoamérica. la prueba es q los tiankis se hacían cada cinco días y los «meses», veintenas, se dividían en cuatro. los nemontemi/wayeb, o días vacíos, era una semana de cinco. de 52 años era el siglo menor y 52×5=260, los días del año mágico.

3. los totonaca, indubitablemente, tenían conocimiento del calendario muchos años antes de la intromisión europea y a pesar de q la evolución para llegar a tal finura de exactitud fue prolongada, nunca fue fijo (quizá sólo en sus inicios varios cientos de años antes de nuestra Era); la estructura del propio calendario le imposibilita serlo. ni siquiera los calendarios maya centroamericanos (años de 400 días) comenzaban con el mismo día (aludiendo al 5-flor). me estoy refiriendo a la combinación dígito-simbólica del nombre, lo q es imposible en en el calendario ya sazonado reinante a la llegada española.

si estoy equivocado y me lo pueden explicar, les agradecería sacarme de mi ignorancia.

Ayer pasé por alto dos puntos, ya q mencionan a Melgarejo Vivanco, q quise corroborar en su obra Los Totonaca y su Cultura, antes de contradecirles. este gran experto totonaco dice q echaban tres granos de maíz en la siembra y q su mes lunar se dividía en cuatro semanas de 7d. realmente yo le creo a José Luis porque me parece q cinco granos son demasiados, sobre todo en tierras tan pródigas como las veracruzanas.

otra cosa q quiero comentar es q el sumo sacerdote, quizá por influencia del culto al sacrificio, tenía siempre cuatro asistentes; no es exclusividad de los tutunaca. la razón es q cada uno de ellos le tomaba un miembro al q iría a ser sacrificado y el sacerdote principal le abría el pecho, cuando no el mismo rey.

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