Testimonios III

Testimonios III

Lipachi (mecapal)

INTRODUCCIÓN

Hoy deseo hacer un pequeño paréntesis para agradecer a mis amigos tutu-nakú sus generosas respuestas personales que me alientan a seguir adelante, insistiendo en lo que con estos folletos he iniciado; dar a conocer algo que ellos necesitan saber sobre su pasado remoto. Algo que, a no dudar, está grabado es su inconsciente colectivo, y que al hacerlo consciente los llena de satisfacción como nos llena a todos el encontrar lo que hemos perdido y que ya habíamos archivado en el olvido.

También quiero agradecer las respuestas alentadoras de un selecto grupo de admiradores del “México Profundo”, de antropólogos, de aficionados a la historia y de arqueólogos generosos que me han señalado pistas y requerimientos para dar mas posibilidad a mis intentos de, siquiera ser considerados, ya no digamos aceptados.

Tomando en cuenta lo anterior solo deseo aclarar que mi actitud es la de un buscador que cree en el valor de lo que busca y que se imagina en donde puede estar; así que no descarta ningún sendero por intransitable que pueda parecer para entender esta búsqueda. Partiendo de un impulso inicial de solidaridad humana he explorado por el rumbo de la antropología, por el rumbo de la historia y finalmente por el rumbo de la arqueología de la que soy solo un admirador y un simple aficionado y trato de complementar con mi habitual versatilidad la falta de un rígido entrenamiento tradicional.

El haber tratado de seguir las huellas históricas mas lejanas de los tutu-nakú es por lo que he llegado al hoy (todavía) llamado Teotihuacan y al asomarme a lo que de el se sabe veo que mucho es lo ya conocido, pero que se ignoran cosas fundamentales que le añaden un especial atractivo estimulante y retador.

Lo anterior explica el panorama un tanto confuso, saturado de información en donde lo intrascendente prevalece y en donde también se observa un excesivo afán de trepanar y rebuscar por todos los rincones así se tenga que dañar estructuras dignas de admiración y de respeto y que poco o nada parecen ser tomadas en cuenta en su posible significación profunda.

En este panorama no encuentro nada que pudiera referirse a tratar de imaginar siquiera los impulsos vitales, los principios rectores, las convicciones firmes que tuvieron que ser determinantes para haber realizado ese impresionante esfuerzo colosal (de siglos y de multitudes) que nos han dejado esta gran herencia que tiene todos los perfiles de querernos hacer sentir verdades profundas con sentido de eternidad.

Desgraciadamente, este vacío manifiesto e inquietante se ha pretendido llenar candorosamente (por más, de un siglo, al menos) con una burda tozudez poco racional; la de su condición “tolteca”. Una evidente aberración de cronología histórica, en el menor de los casos.

Considero que tanto la arqueología como la historia tienen que ver con el pasado, y que el pasado tiene que ver con la acumulación, asimilación y proyección de experiencias para entender mejor el presente y atisbar el futuro. Por lo anterior, tanto la arqueología como la historia no se pueden dar el lujo de olvidar lo que subyace en un mundo que algunos han declarado muerto, pero que esta tan vivo que es capaz de comunicarnos vigorosamente valores fundamentales y necesarios. Rastrearemos esto a su tiempo.

Antes de llegar al hoy Teotihuacan pasé por Tajin, también de origen tutu-nakú, y puedo resaltar la diferencia: En Tajin si estuvieron los toltecas y medio respetaron algunas construcciones originales, tal vez por motivos estéticos, pero un orden solemne como el de TUTU-NAKU (Teotihuacan) no existe. A Quetzalcoatl ahí si lo tenemos profusamente representado, como lo están los juegos de pelota (necesarios para la holgazanería guerrera) pero solo estos dos factores cambian todo lo que pudo haber sido una expresión sensible y respetuosa de una cosmovisión profunda como la tutu-nakú. En este caso no parece haber habido la presencia de una población cosmopolita como la que voluntariamente se congrega en torno a un lugar pacifico y sagrado. Ahí solo parece haber habido una población de amos y esclavos, mismos que se liberaron abandonando sorpresivamente esa ciudad. Ahora deseo resaltar: En TUTU-NAKU (Teotihuacan) los juegos de pelota y Quetzalcoatl (máximos emblemas toltecas) no parecen haber existido jamás.

Ahora bien; tratando de establecer con la mayor precisión posible la etapa restringida de la presencia tutu-nakú en el hoy Teotihuacan, y solo por su cosmovisión (tan destacadamente presente en el lugar) podemos deducir que esta etnia debe haber estado presente desde sus mas modestos principios, la etapa de las grandes construcciones, y hasta mediados del Siglo IV de nuestra era en que son despojados de su ciudad y territorio y emigran (en un obvio y doloroso éxodo y en una dispersión generalizada) hacia las sierras de los hoy Estados de Hidalgo y Puebla y algunos hasta el hoy Veracruz en donde han dejado sus huellas. Una de estas y tal vez la mas próxima a su sitio original es la de Atenamitic (hoy San Pedro Atmatla) cercano a Zacatlán, Pue. En este lugar un grupo de estos expulsados dejo claros rastros de que trataron, paralelamente de vivir del maíz, seguir con sus actividades artesanales y creativas y de iniciar la construcción de un centro ceremonial cuya existencia no llego a consolidarse del todo.

Lo que a continuación sigue es un intento de detallar un poco las características, o calificaciones que los tutu-nakú tienen para estar en primer lugar (entre las etnias existentes hoy) de haber sido a la que pertenecieron los creadores que destacan entre los posiblemente muchos secuestradores, salteadores y hasta aniquiladores finales del hoy Teotihuacan, en su larga existencia de siglos. Y por cuya acumulación y entremezclado de huellas estas son hoy casi imposibles de rastrear con precisión para siquiera intentar, con algún grado de confiabilidad, definir quienes fueron estos que hoy se califican, se enaltecen y hasta se elogian sin el menor pudor como «guerreros».

Ahora, con el calculo de probabilidades en la mano veamos, tratando de acercarnos objetivamente a una muy lejana realidad, que posibilidades pueden tener los tutu-nakú de haber sido, si no los únicos, si los actores iniciales prioritarios en el escenario que nos ocupa.

Veamos sus posibles aportes cualitativos y cuantitativos ligados tanto a sus huellas históricas y arqueológicas como a su realidad actual.

PACIFISMO Y OTRAS HUELLAS

En el muy prolongado tiempo en que se edificaron, no solo las mas importantes construcciones simbólicas principales sino todo lo que debe haber estado relacionado con ellas, el tener un clima de paz fue, sin lugar a dudas, un requisito indispensable y los tutu-nakú siempre han sido pacíficos y pacifistas, no como pose ideológica a la moderna, sino como condición dominante de su propia naturaleza intrínseca. Conscientes de sus valores en pro de la vida han sido y son congruentes con ellos.

Haber dejado su ciudad y no pelear fue repetidamente refrendado al dejar, con posterioridad, otras ciudades. Veamos ahora un solo botón de muestra de su pacifismo cotidiano; registrado y difundido por nadie menos que por Fray Bartolomé de las Casas (Apologética Historia) en referencia a la información que tuvo de Francisco Ortega; un joven hispano que llego con Hernán Cortes en 1519 y al que deliberadamente dejo en Cempoala para que se enterara y lo enterara de aspectos básicos de la vida de los tutu-nakú.

Esto es lo que nos dice el padre Las Casas:
«Lo hobe (la informacion) de persona que siendo muchacho lo vido por sus ojos estando solo entre aquella gente sin otro español alguno esto, después, siendo hombre de bien y tenido por buen cristiano me dio por escripto, por mi rogado, lo que dire tocante a la religion, ceremonias, sacrificios, leyes y costumbres de aquella provincia de los totones o totonacas».
Continuamos extractando lo siguiente:

«Otras muchas ceremonias y ritos en su religion tenian, que aquel que con ellos cuatro años estuvo y vido, de que en particular referirlas no tuvo memoria. Afirmo empero, una cosa que en todo ese tiempo nunca vido cosa fea e injusta que hiciese uno al otro, ni agravio ni rina, ni afrenta de palabra, ni de obra, sino que todos vivian en gran paz y sosiego y conformidad, humildes y amables unos con otros no teniendo cuidado de otra cosa, sino ocuparse en los actos y ejercicios de su religion.»

También he escuchado de ellos muchos argumentos y razonamientos interesantes sobre el pacifismo, pero mas que pretender una antología, me referiré a un testimonio singular; lo que me han dicho de una viejecita a la que se le atribuyen unos ciento veinte anos de edad y que vive en la comunidad d e Camocuautla, Pue., y que cuando le preguntan ¿a que atribuye su larga vida? ella responde.”A que he vivido en paz, sin meterme en la vida de otros y sin que otros me molesten.”

Como comprobación de que la vida se acorta con la violencia y el conflicto, lo podemos constatar con los mismos grupos guerreros, que como tales siempre terminan desapareciendo. Así sean los “invencibles” romanos, los toltecas, aztecas, nazis, etc.

La violencia destructiva en el hoy Teotihuacan parece haberse iniciado con el desalojo de sus constructores originales y con el intento de destruir la Pirámide del Maíz; lo que bien puede señalar un rumbo: Salvajes que no habían evolucionado a nivel de agricultores podría ser una posibilidad realista.

Ahora consideraremos otras huellas interesantes de los tutu-nakú y (por la naturaleza de este trabajo) solo nos limitaremos a algunas informaciones de Walter Krickeberg autor de “Las Antiguas Culturas Mexicanas” (F.C.E. – 1982) Y que nos hace una síntesis de un trabajo previo suyo “Die Totonaken”.

No trata de insertar a los totonacas en Teotihuacan, lejos de eso, pero tal vez sin querer se tropieza con ellos: Señala que el origen de los teotihuacanos era la Costa del Golfo (como los totonacas) que los teotihuacanos estaban estrechamente ligados a los olmecas (como los totonacas) y también descubre rastros totonacas en vasijas, relieves, arabescos, “yugos”, frescos, en el “Dios Gordo”, etc., encontrados en Teotihuacan.

Asegura que la gente del Golfo es braquicefala y presenta achatamiento craneano, siendo la de más pureza la totonaca. Si; al igual que las calaveras encontradas en Teotihuacan. Y recalca que esta peculiaridad (braquicefalia y achatamiento craneano) no se encuentra entre nahuas, otomíes o arcaicos.

Le sorprende ver la similitud entre una cabeza olmeca excepcionalmente hermosa, de jade, que había pertenecido al Museo de Etnología de Berlín, y otra idéntica, proveniente de las montañas del norte del Estado de Puebla, zona totonaca.

Por otra parte, señala que los totonacas, al igual que los habitantes de Teotihuacan, enterraban a sus muertos bajo los pisos de sus casas. Acepta que las construcciones y esculturas del Golfo se entrelazan con las de Teotihuacan y destaca la ausencia total de símbolos be1icos y dioses de guerra en Teotihuacan, a diferencia de la importancia que tales dioses y símbolos militares tenían en el arte tolteca y azteca. En otras palabras; sin decirlo, destaca el pacifismo de los teotihuacanos, cualidad o condición idéntica a la de los totonacas.

No obstante, ante este cúmulo de identidades y de evidencias se muestra escéptico y prefiere dar crédito a una etnia inexistente, la teotihuacana, y no a una etnia real, la totonaca. Al respecto escribe: “La influencia parece haber sido ejercida por los teotihuacanos sobre los totonacas.” e insiste al seguir hablando de similitudes… “C1aro, esto no prueba que los fundadores de Teotihuacan hayan sido los totonacas.”

LIPACHIN: TRANSPORTAR, CONSTRUIR, SOBREVIVIR.

Cualquiera que transite por las veredas de la Sierra se encontrara con personas de todas las edades y condiciones que llevan una carga, sostenida con su cabeza y sobre la espalda, por la vía de una sencilla correa o banda tejida ancha, y en cuyos extremos hay cordeles o lazos que sujetan la carga: Lipachin (mecapal ).

Por extraños motivos este hecho siempre me llamo la atención, así que he tenido una actitud de observación alerta y consciente, y en mi memoria he archivado muchas cosas referentes a mis encuentros, algunos momentáneos, otros prolongados, con personas de todas las edades que han llevado cargando algo. La mayoría leña para combustible; la mitad de su comida ya que no la comen cruda.

Me impresionaron especialmente algunas ancianitas, ya muy fatigadas y haciendo un gran esfuerzo que, seguramente, lo han hecho cotidianamente durante toda su vida. Las he encontrado cargando igualmente bajo un sol abrasador que bajo una lluvia pertinaz. Mi admiración y mis respetos.

Tratando de, paralelamente, a mis empeños por conocer otra cultura y sus peculiaridades y valores fundamentales, y con algunas habilidades manuales con que cuento, así como con un bien equipado tallercito personal, diseñe lo que yo llamo “carretilla serrana” (pukukan en tutu-nakú). Una especie de híbrido entre “diablo” por sus ruedas pequeñas al frente y carretilla tradicional por llevar estas dos pequeñas ruedas juntas en el centro, del ancho de una estrecha vereda y capaces de transitar por veredas un tanto cuanto hundidas, y teniendo dos brazos y una pequeña plataforma como carretilla tradicional y muy poco peso; ligeras y manuables.

He obsequiado unas veinte de ellas; con distintos resultados en cuanto a aceptación y uso, pero eso no ha sido lo importante.

Lo verdaderamente importante para mi fue el amplio panorama que se me abrió ante algo fundamental: Todo el valor que tiene una gran tradición de la que están muy orgullosos: La de ser los mejores cargadores, comparados con otras etnias serranas y sin comparación posible tratándose de mestizos pobres que también cargan.

Lo anterior me señaló un fresco rumbo a considerar aspectos históricos fundamentales; como el que los tutu-nakú contribuyeron a la derrota de los altivos y prepotentes aztecas no solo con informaciones fundamentales, sino que Cortés se debe haber convencido a si mismo que bien va1ia la pena hundir sus naves, sabiendo que los tutu-nakú serian capaces de trasladar toda la maquinarla de guerra de los conquistadores; primero a T1axcala y después a Texcoco. Con lo que quedo de manifiesto su condición de cargadores de exe1encia; no más, no menos, que como los raramuris (tarahumaras) son corredores de excelencia.

Acto seguido, traté de indagar como un chico o chica (todos aprenden a cargar) se preparan física y mentalmente para poder ser eficientes cargadores, y encontré toda una gama de interesantes detalles, por lo que ya no quise pecar de curioso sino que, de inmediato, salte a una conclusion tan sencilla como fundamental, y que me sorprendió la tardanza con que tuve que abrir los ojos y despertar: Las impresionantes construcciones del hoy Teotihuacan solo pudieron haber sido posibles (millones de metros cúbicos de construcción) con familias enteras de cargadores de excelencia como las que he encontrado por las veredas y caminos de la Sierra.

Hay (aun dentro del propio mundo indígena) quienes desprecian a “simples cargadores” pero no solo lo son en razón de su propia supervivencia, sino posiblemente también por la de ser herederos de una lejana tradición de creadores de lo que hoy consideramos como “joyas arqueológicas”. El inconsciente colectivo tiene la palabra.

Ahora meditemos un poco sobre la complejidad y gran merito de haber construido esas pirámides: Veamos un “botón de muestra” que se refiere a la pirámide de “la luna” (a la Maternidad) y que extraemos del libro “Teotihuacan 1980-1981 Nuevas Interpretaciones INAH-1991 “Trascripción de Maquina” – Pag. 119

“Cuatro cubiertas pueden claramente distinguir en esta excavación: La primera, de afuera hacia adentro, consiste de piedras cementadas con barro; (subrayados nuestros) sigue después otra, hecha de lajas, pedazos chicos de toba volcánica o tepetate y piedras chicas de tezontle, de lodo argamasado con barro; la tercera envoltura es de adobes asentados horizontalmente y muy apretado, pues con dificultad se perciben las junturas: No se nota que se haya extendido lodo para juntar los adobes sino que fueron puestos cuando todavía estaban húmedos “

Lo anterior significa que no solo hubo que acarrear y subir tierra y piedras sino también AGUA, mucha agua¡ Respecto a lo anterior he notado que el acarreo de agua es, preferentemente, tarea femenina y hasta infantil, por lo que solo puedo imaginar (como antes lo he dicho) que familias enteras, desde niños hasta abuelitas, deben haber participado en esas construcciones tan impresionantes. Si para mantener su entusiasmo alguien les señalo que con su meritorio esfuerzo asombrarían a muchas generaciones no los engañó. Así el milagro es explicable y no es menos milagro ¡

¿CARGADOR ESTRELLA Y SACERDOTE?

La importante revista “Arqueología Mexicana” en su numero correspondiente a Enero-Febrero de 2004 ha llegado oportunamente a nuestro auxilio, al dar a conocer el descubrimiento de una excepcional obra escultural en mármol que, al integrar sus 160 fragmentos esparcidos en el lugar, ha quedado como la vemos en la fotografía adjunta, y que sus descubridores han catalogado como “uno de los ejemplos escultóricos mas espectaculares de la plástica teotihuacana.” Mide 128 cm. de altura y tiene un peso aproximado de 140 Kg., y se remarca… “los rasgos faciales son realistas y siguen el patrón que estuvo en boga durante todo el esplendor teotihuacano” Y nos da la descripción detallada de dos particularidades muy importantes y a las que nos referiremos mas tarde: Su cuello “corto y espeso” y “las manos enseñan sus palmas ahuecadas hacia el frente; enmarcadas por dedos semiflexionados.”

La anterior escultura “fue tallada en fino mármol de calcita. Esta roca no es oriunda del Valle de Teotihuacan ni de sus alrededores inmediatos. Los yacimientos más próximos se encuentran en los Estados de México, Hidalgo, Puebla y Guerrero.”

El articulo de cinco autores de “El Cautivo de Mármol de Teotihuacan” señala “Dios, ancestro divinizado, personaje histórico, cautivo de guerra, son algunas de las hipótesis que barajamos al descubrir la imagen. Después lo identifican con una figura “generalmente de alto rango militar” y la imaginación los hace explorar por muchas posibilidades, y hasta la de un “amarrado” para ser sacrificado y hasta deducen…”Así las imágenes utilizadas para expresar, imponer y legitimar el poder, fueron las mismas que se profanaron para afrentarlo, rechazarlo y desacralizarlo” Es su conclusión final.

Considerando lo anterior me permito añadir una opción “alternativa” muy sencilla y ajustada a sus realistas rasgos faciales que son los mismos que he encontrado por las veredas de la Sierra Norte Pob1ana en personas tutu-nakú, que con gran orgullo usan su “lipachin”.

Estos son mis razonamientos:

  1. El personaje de marmol no parece un “Tlahuicole”; un autentico guerrero esbelto, musculoso, agil jugador de pelota y holgazan.
  2. Por sus facciones y su cuello “corto y espeso” bien parece un gran cargador estrella que podemos encontrar en una central de abastos y que merece el mismo respeto que cualquier persona.
  3. La posición de las manos las he visto un par de veces en la Sierra y bien puede tratarse de lo mismo: Una persona fuerte, sin bajar su propia carga, ayuda a otra más debi1 que va adelante; con sus manos alijera el peso, especialmente en tramos dificiles. Las manos que ayudan tienen la misma posición y otras figuras, también encontradas en Teotihuacan, tienen la misma actitud: Ayudar a otro con su carga.
  4. Una ref1exion seria y especial: Considero que trabajar con dedicación por algo sagrado, y destacando en ello; como en exaltacion de la vida y lo que la hace posible; la Maternidad, la Naturaleza y el Maíz, esta escultura bien puede representar a un gran lider cultural. Si muestra sus manos como ayudando a otro a llevar su carga; esto bien puede aplicarse a algo simbólico: Ayuda no solo en la tarea de construcciones materiales, sino también en el plano espiritual. Esta escultura que seguramente representa a un ser excepcional nos induce a preguntar ¿Que podría impedir que fuera la de un destacado sacerdote? Se ha hablado mucho de una clase sacerdotal que pudo haber actuado en el hoy Teotihuacan. Tiene que haber sido muy diferente de la que conocemos hoy. Sabemos que eran individuos selectos escogidos por su capacidad de ganarse la vida como cualquier ciudadano y capaces de servir desinteresadamente. Que lejos estamos del esplendor TUTU NAKU (Teotihuacan).
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